Vigilia de Oración Semana Santa 2016

Publicado 12/03/2016 - 19-25

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MONICIÓN INICIAL

 

Imagino que ya está todo preparado para procesionar por las calles de Jumilla la sagrada imagen del Cristo Amarrado a la Columna. El motivo de reunirnos aquí esta tarde, es para completar el último detalle: ponerle corazón a nuestra procesión. De nada nos valdría tener una magnífica imagen y portarla en un bello trono si nuestra procesión no tiene alma. Es decir, si no tiene fervor, si no es el amor el que pone pies a Cristo para que con su presencia camine por nuestras calles sembrando a su paso una primavera de paz, de justicia y de Bien; y esto lo lograremos si además de la imagen, del trono, de los adornos, de las túnicas, nos llevamos el corazón y lo ponemos al servicio de la memoria de un amor que se entregó por nosotros y nos ama con amor infinito. Y nada mejor que rezar para afinar los oídos del corazón y enriquecernos con la presencia viva de Cristo Muerto y Resucitado.


 

 

Salmo 129

 

Desde lo profundo de nuestras preocupaciones y pesares nos acercaos al Señor, seguros de alcanzar su misericordia. Queremos presentarle todos los recovecos de nuestra realidad, para que él los mire con ojos de misericordia. El perdón define la actitud fundamental de Dios con nosotros. Por esto, esperamos en él, a pesar de nuestros incontables pecados.

 

Desde lo hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz; estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica.

 

Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón, y así infundes respeto.

 

 

Mi alma aguarda al Señor, más que el centinela a la aurora. Aguarde Israel al Señor, como el centinela la aurora.

 

 

Porque del Señor viene la misericordia y la redención copiosa y Él redimirá a Israel de todos sus delitos.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.

 

Amén.

ORAMOS CON EL SALMO 136

 

Es propio de Dios usar misericordia y especialmente en esto se manifiesta su omnipotencia. El salmo nos cuenta la historia de los favores que hizo Dios a su pueblo y el pueblo la reconoce repitiendo: porque es eterna tu misericordia. Cristo lo rezó en la Última Cena. Y nosotros tenemos mucho que recordar y agradecer.

 

Dad gracias al señor porque es bueno: porque es eterna su misericordia.

 

Dad gracias al Dios de los dioses:

porque es eterna su misericordia.

 

Dad gracias al Señor de los señores: porque es eterna su misericordia.

 

Sólo él hizo grandes maravillas: porque es eterna su misericordia.

 

Él hizo sabiamente los cielos: porque es eterna su misericordia.

 

Él afianzó sobre las aguas la tierra: porque es eterna su misericordia.

 

Él hizo lumbreras gigantes:

porque es eterna su misericordia.

 

El sol que gobierna el día: porque es eterna su misericordia.

 

La luna que gobierna la noche: porque es eterna su misericordia.

 

Él hirió a Egipto en sus primogénitos: porque es eterna su misericordia.

 

Y sacó a Israel de aquel país: porque es eterna su misericordia.

 

Con mano poderosa, con brazo extendido: porque es eterna su misericordia.

 

Él dividió en dos partes el mar Rojo: porque es eterna su misericordia.

 

Y condujo por en medio a Israel: porque es eterna su misericordia.

 

Arrojó en el mar Rojo al Faraón: porque es eterna su misericordia.

 

Guió por el desierto a su pueblo: porque es eterna su misericordia.

 

Él hirió a reyes famosos:

porque es eterna su misericordia.

Dio muerte a reyes poderosos:

porque es eterna su misericordia.

 

A Sijón, rey de los amorreos: porque es eterna su misericordia.

 

Y a Hog, rey de Basán:

porque es eterna su misericordia.

 

Les dio su tierra en heredad: porque es eterna su misericordia.

 

En heredad a Israel su siervo: porque es eterna su misericordia.

 

En nuestra humillación, se acordó de nosotros: porque es eterna su misericordia.

 

Y nos libró de nuestros opresores: porque es eterna su misericordia.

 

Él da alimento a todo viviente:

porque es eterna su misericordia.

 

Dad gracias al Dios del cielo:

porque es eterna su misericordia

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 



Salmo 50 

CONFESIÓN DEL PECADOR ARREPENTIDO

 

La tradición judía ha puesto este Salmo en labios de David, quien fue invitado a hacer penitencia por las palabras severas del profeta Natán que le reprochaba el adulterio cometido con Betsabé y el asesinato de su marido Urías.

El Señor no obra sólo negativamente, eliminando el pecado, sino que vuelve a recrear la humanidad pecadora por medio de su Espíritu vivificante: nos da un "corazón" nuevo y puro, es decir, una conciencia renovada, y nos abre la posibilidad de una fe límpida y de un culto agradable a Dios. El perdón de Dios hace posible que vivamos con alma enriquecida.


Misericordia, Dios mío, por tu bondad; por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado.

 

Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces.

 

En la sentencia tendrás razón, en el juicio brillará tu rectitud. Mira, que en la culpa nací, pecador me concibió mi madre.

 

Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas sabiduría. Rocíame con el hisopo: quedaré limpio; lávame: quedaré más blanco que la nieve.

 

Hazme oír el gozo y la alegría,

que se alegren los huesos quebrantados.

Aparta de mi pecado tu vista,

borra en mí toda culpa.

 

¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.

 

Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso: enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti.

 

Líbrame de la sangre, ¡oh Dios,

Dios, Salvador mío!,

y cantará mi lengua tu justicia.

Señor, me abrirás los labios,

y mi boca proclamará tu alabanza.

 

Los sacrificios no te satisfacen; si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. Mi sacrificio es un espíritu quebrantado: un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias.

Señor, por tu bondad, favorece a Sión, reconstruye las murallas de Jerusalén: entonces aceptarás los sacrificios rituales, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar se inmolarán novillos.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

ABRE LOS OJOS DEL CORAZÓN

Y CONTEMPLA

Después de todas estas injurias considera, los azotes que el Salvador padeció a la columna; porque el juez, visto que no podía aplacar la furia de aquellas infernales fieras, determinó hacer en Él un tan famoso castigo que bastase para satisfacer la rabia de aquellos tan crueles corazones, para que, contentos con esto, dejasen de pedirle la muerte.

 

Entra, pues, ahora ánima mía, con el espíritu, en el Pretorio de Pilatos, y lleva contigo las lágrimas aparejadas, que serán bien menester para lo que allí verás y oirás. Mira cómo aquellos crueles y viles carniceros desnudan al Salvador de sus vestiduras con tanta inhumanidad y cómo Él se deja desnudar de ellos con tanta humildad, sin abrir la boca ni responder palabra a tantas descortesías como allí le herían.

 

Mira cómo luego atan aquel santo cuerpo a una columna para que así lo pudiesen herir a su placer donde y como ellos más, quisiesen.

 

Mira cuán solo estaba el Señor de los Angeles entre tan crueles verdugos, sin tener de su parte ni padrinos, ni valedores que hiciesen por Él, ni aun siquiera ojos que se compadeciesen de Él.

Mira cómo luego comienzan con grandísima crueldad a descargar sus látigos y disciplinas sobre aquellas delicadísimas carnes, y cómo se añaden azotes sobre azotes, llagas sobre llagas y heridas sobre heridas. Allí verías luego ceñirse aquel Sacratísimo Cuerpo de cardenales, rasgarse los cueros, reventar la sangre y correr a hilos por todas partes. Mas, sobre todo esto, ¡qué sería ver aquella tan grande llaga, que en medio de las espaldas estaría abierta, adonde principalmente caían todos los golpes!

 

Considera luego, acabados los azotes, cómo el Señor se cubriría, y cómo andaría por todo aquel Pretorio buscando sus vestiduras en presencia de aquellos crueles carniceros, sin que nadie le sirviese, ni ayudase, ni proveyese de ningún lavatorio, ni refrigerio de los que se suelen dar a los que así quedan llagados. Todas estas son cosas dignas de grande sentimiento, agradecimiento y consideración.

 

 

 

 

TRATADO DE LA ORACIÓN Y MEDITACIÓN

 

San Pedro de Alcántara

1499 - 1562